Esta es la breve historia de El Hombre Práctico.
El Hombre Práctico detestaba la teoría. «El hombre teórico es inane», decía siempre.
Un día fue a pedir un taxi y se hizo un lío con el lenguaje. Era tan práctico que, en efecto, paraba «praxis».
— Lléveme a la calle falsa 123 buen hombre. Apúrese que pronto va a empezar la conferencia sobre Estoicismo: Aguanta hasta que revientes del coach Hacendoso Rodríguez.
Mientras el taxista le llevaba a su destino, nuestro hombre de acción desplegó su portátil y tecleó desatinos. Daba igual el contenido, lo importante era que había que hacer.
En su maleta llevaba también juegos de mesa y artilugios. De repente el taxi se lleno de legos, una Jenga y el juego mítico del Cocodrilo Sacamuelas.
En sorprendente virtuosismo de multitasking, El Hombre Práctico montaba una figura de lego a la vez que retiraba una pieza de la Jenga, mientras le sacaba una muela al reptil de juguete. Como le faltaban manos, golpeaba las teclas del portátil con la nariz.
— ¡Dese prisa usted! que no vamos a llegar a la conferencia de Hacendoso Rodríguez, dijo nuestro hombre mientras conseguía, a duras penas, escribir la palabra «praxis» en su ordenador con el hocico.
Entonces, en un intento de sacar la última pieza de la Jenga, la estructura se derrumbó. El taxista, confuso por un nuevo ruido repentino, giró bruscamente el volante. El coche, con los dos individuos dentro, volcó.
Ambos, tirados en el vehículo pero vivos, se miraron. El taxista, visiblemente cabreado, le dijo a nuestro hombre de acción:
— Escuche bien imbécil: quizá deba volver a pensar antes de hacer. ¡Fuera de mi «praxis», digo, taxi!
FIN.